Nuestros hijos son los regalos más hermosos que nos pudo dar la vida, pensamos que no hay manera de amarlos más, pero conforme van creciendo el amor que sentimos por ellos es el más grande que alguien se pueda imaginar. Todo lo hacemos con la finalidad de que sean felices, nos desvivimos por ellos y todo gira a su alrededor. Todos los desvelos son pagados con su sonrisa, cuando sus manitas tocan tu cara parece que estás en el cielo; son lo mejor que nos ha pasado en la vida y volveríamos a repetir la historia una y otra vez, sólo por que existieran ellos.
Todo esto es verdad.
Sin embargo, si lo anterior se los decimos así tal cual a nuestros hijos, sobre todo a las niñas, igual que nuestros padres nos lo contaron a nosotros, consciente o inconscientemente su reacción es: ¡Casarse y tener hijos! "Es lo mejor que les ha pasado a mis padres, yo me quiero sentir así."
Les contamos esta historia desde que tienen uso de razón, cómo comprendemos que lleguen con su novio de 20 años, a decirnos que se quieren casar y los tratemos de persuadir de que no lo hagan y mucho menos de que tengan hijos tan jóvenes, y nos hagan caso, es prácticamente imposible; para borrar esa historia habría que llevar a cabo un procedimiento sicológico o de trabajo inconsciente fuerte, y tal vez para entonces ya sea demasiado tarde.
La mayoría de las mamás, abuelas, maestras y tías les decimos a los adolescentes y jóvenes que "vivan su juventud", que viajen, que trabajen para forjar un mejor futuro del que nosotras les dimos. Pero no les damos argumentos suficientes desde pequeños para saber por qué lo deben de hacer antes de casarse o al menos antes de ser papás.
A nuestros hijos nunca, jamás les contamos lo difícil que es criarlos, la cantidad de dinero enorme que cuestan, ¿Cuánto? Todo lo que poseas, eso cuestan los hijos. El cansancio tan grande que causa cuidar un bebé, que ni una semana dormida sería suficiente para reponer la fuerza necesaria para seguir. El que ya no puedes hacer y decidir sólo por ti, tienes que ver sus necesidades antes que las tuyas, los gustos o pasatiempos que quieras tener serán después de sus gustos o pasatiempos, leer un libro, estudiar, arreglarte, salir a una fiesta, ir al salón de belleza, darte un masaje o simplemente bañarte agusto, se convierten en "hazañas" para una mamá con hijos pequeños. Ya no puedes viajar cuando quieras, trabajar cada vez se vuelve más complicado, estar a solas con tu pareja ni soñarlo y la situación económica se vuelve más tensa conforme crecen.
El contarles esas cosas a nuestros hijos no hace que los queramos menos, no quiere decir que les va a pasar algo, no tiene por qué hacernos sentir culpables. Más culpables deberíamos sentirnos de que nuestra hija de 18 años muera de ganas por tener un bebé, para comprarle mucha ropita y ponerle ese hermoso sombrero rosa que vio en la tienda.
Tenemos que cambiar esa cultura que nos caracteriza de padres, sobre todo, madres sumisas, debemos hacerles tomar conciencia de la responsabilidad tan grande que es tener un bebé, pero antes, mucho antes de que tengan 20 años. Debemos romper mitos y culpas de lo que nos podría pasar si hablamos "mal" de tener hijos. No hablamos mal, sólo decimos la verdad.
Los niños de ahora son muy inteligentes y necesitan excelentes argumentos para cambiar de opinión o para tomar decisiones. Ellos piensan más que nosotros a su edad. De todo quieren una explicación, y ¡Así debe ser!
Vamos a darle armas poderosas a nuestros hijos para que ellos decidan su futuro, ellos solos, que no vivan nuestra vida, que todas las creencias sin fundamento que les heredamos no sean la causa de su infelicidad.
Vamos a permitirles elegir su futuro, el que a ellos les guste y el que los haga muy felices!
Sinceramente
Mariana Oropeza
Especialista en Bioneuroemoción
Especialista en Bioneuroemoción