¿Suena a brujería no? No es así, sin embargo funciona igual que los brujos en las películas de hechiceros. Seguramente, la mayoría nos sentimos ajenos a este título, tal vez estés pensando: "nunca le he lanzado un hechizo a uno de mis hijos, ni lo haré jamás"
Sin embargo, todos, salvo algún que otro padre o madre perfectos, lo hemos hecho en muchísimas ocasiones. Hemos dicho frases o palabras con tal frecuencia, fuerza y convicción a nuestros hijos que como varita mágica, los tocamos e inmediatamente, se "hechizan".
Es nuestra obligación como padres, educarlos e inculcarles valores que harán que su vida sea más tranquila y productiva, les enseñamos qué está bien y qué está mal. Crecen dentro de nuestra religión, porque nos gusta, nos sentimos contentos y estamos seguros que es la correcta. Cuando son pequeños, elegimos su escuela, sus amigos, su ropa, decidimos que es correcto y que no, pensando siempre en su seguridad e integridad, escogemos su dieta, los juegos y programas de televisión que ven, (los niños de ahora cada vez son más despiertos, así que obligarlos a algo es más difícil, necesitamos argumentos válidos y explicarles el por qué de cada cosa).
Pienso que hasta ahí, vamos bien. Lo complicado empieza cuando no los dejamos desarrollar su propia personalidad. Hay situaciones muy sencillas como ver el fútbol; todos "tienen" que verlo, les guste o no, es una tradición familiar y pobre de aquél hijo que se le ocurra ponerse a hacer otra cosa porque no le gusta ver el partido.
Y hay otras más complicadas como un divorcio. Cada papá o mamá, le explica al niño su versión de la historia, por supuesto que las dos son totalmente diferentes, el contrario tuvo la culpa, él o la que cuenta la historia, siempre son víctimas. Una respuesta sencilla para el niño, como: nos dejamos de querer, no nos entendimos, nos dimos cuenta que nos hacíamos daño juntos pero a ustedes siempre los vamos a querer, es insuficiente para la mamá o el papá. Les contamos cosas que sí pasaron por supuesto, pero las decimos desde nuestra perspectiva, juzgando y dándole un tono de victimismo hacia el que lo cuenta. En pocas palabras, les envenenamos la mente.
Los hechizos que lanzamos sobre nuestros hijos son frases o creencias que son nuestras, de nadie más, y las hacemos verdaderas, lo más seguro es que nuestros padres nos las dijeron y a ellos, sus propios padres. Y así, sin contemplar ningún criterio se las vamos colocando en la mente subconsciente a nuestros hijos, les vamos formando su identidad personal, rellenando cada pedacito vacío con todo lo que a nosotros nos gusta o nos molesta.
Cuando la mamá o el papá dicen:
No me gusta la sopa
La carne de pollo es mala para la salud
Las espinacas saben feo
Tu tía es mala persona
Te vas caer
Te vas a enfermar
Tu abuelito no te quiere porque quiere más a tus primos
Tu prima no te quiere porque eres pobre
La gente que tiene dinero no es feliz
El dinero es malo
El trabajo tiene que ser duro para que valga la pena
Para ser feliz, hay que sufrir
Todos los amigos te quieren porque necesitan algo de ti
Tu mamá es mala
Tu papá es malo
Todos los hombres son malos
Todas las mujeres son locas
Todo esto son opiniones que son nuestras, nada más. Vemos las cosas desde nuestra perspectiva. (entiéndase que si un vecino o familiar es un delincuente, es nuestro deber proteger y alejar a nuestra familia de esa persona, para eso debemos tener un criterio).
Les vamos envenenando la mente a nuestros hijos y los condenamos a cometer nuestros propios errores también, somos soberbios y orgullosos y no permitimos que cambien su manera de pensar, peor aún es, que estamos mal, enfermos y sin dinero y seguimos mandando las mismas creencias que hicieron que llegáramos ahí.
Sé impecable con tus palabras (es uno de los cuatro acuerdos), cuando reflexionamos y entendemos perfectamente esta frase, hablaremos menos, y tendremos mucho cuidado en no lanzar hechizos a nuestros hijos.... Les daremos libertad y tendrán la oportunidad de ser mejores personas que nosotros.
Sinceramente
Mariana