Estamos enamoradas y nada nos importa, el flechazo fue inmediato; amor a primera vista, se gustan mutuamente y la atracción es tanta que decidieron empezar una relación sin ni siquiera platicar de las cosas que más les gustaban; al principio no sabías ni siquiera qué religión tenía, si tenía familia, si tenía un pasatiempo muy importante o a qué se dedicaba.
Pasó el tiempo y cada vez se gustaban más, todo era color de rosa y perfecto. Empezaste a darte cuenta de que sus costumbres no eran muy parecidas a las tuyas que digamos pero no importa, "el amor todo lo puede". Conociste a su familia y notaste que no tiene nada que ver con la tuya. No coincidían en nada, pensaban diferente, hablaban diferente, creían diferente, vestían diferente, comían diferente...
La mayoría de las mujeres cometemos el error de pensar, que nuestro futuro esposo, al casarse con nosotras se desligará por completo de su familia, pensamos que él es diferente y que tú dirigirás tu casa y lo "amoldarás" a tus costumbres y preferencias, pero no es así. Siempre ten presente que nació, creció y vivió los años más importantes de su desarrollo en su casa, escuchando, viendo y haciendo lo mismo mucho tiempo. Necesitarías una buena terapia para borrarle ese disco duro, y la verdad creo que no deberíamos hacerlo. Todos cambiamos al casarnos y tal vez cambiemos varias ideas, pero de eso a "crear" un nuevo hombre que se ajuste a nuestro gusto, hay mucha diferencia. Mejor nos buscamos a alguien que no haya que borrarle nada ¿no?
Como es lo normal, el tiempo de enamoramiento se acaba y ahí es cuando empiezan los problemas. Sobre todo cuando nacen los hijos. Desde que estabas embarazada ya te das cuenta de que no piensa igual que tú; él vio que en su familia el estar embarazada no cambiaba nada, sus primas, hermanas y tías seguían su vida normal, trabajaban, manejaban, tomaban, brincaban, nada de apapachos ni sentimentalismos, cuidados normales y la vida continuaba. Por el contrario en tu familia, un embarazo era toooodo un acontecimiento, apapachos, cumplir antojos, extremar cuidados, nada de excesos, ni trabajar, brincar, bailar o lo que sea que pudiera alterarte.
Nace el bebé y todo se pone peor. Tu eres de una religión, él de otra o ni siquiera cree en algo. Lo quieres bautizar y otra vez, problemas. Esos problemas grandes tensan tanto la situación que empiezan a salir mil problemas chicos, reproches por la comida, por como limpias, por como hablas.
Sigue pasando el tiempo y ahora sin tanto romance de por medio, todo es discusión. La educación de los hijos, el dinero, los juguetes, los compromisos, el trabajo.
Nadie está bien, nadie está mal. Simplemente son diferentes. No hay un juez que diga quien está en lo correcto y quien no, no podemos ser todos iguales, sería muy aburrido.
El amor es un sentimiento muy fuerte, y puede hacernos aceptar y entender a los demás, pero hay cosas que ni siquiera sabemos si estamos dispuestas a cambiar o no pensamos que tendríamos que cambiarlas para que no haya problemas en el futuro dentro de nuestro matrimonio.
Por muy enamorada que estés cuando veas tantas diferencias entre tú y tu novio, piensa antes de casarte qué estás dispuesta a cambiar y que no, platícalo con él, tal vez te des cuenta que ninguno está dispuesto a cambiar en nada, por eso es importante quedar "cada oveja, con su pareja".
Sinceramente
Mariana